La última COP – Rebelion (2025)

Treinta años hanpasado desde que se celebró en Berlín (Alemania) la primera Conferencia de lasPartes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el CambioClimático (CMNUCC). Desde entonces, los sucesivos acuerdos, objetivos ydefiniciones han sido ineficaces para abordar las dos cuestiones principalesque han persistido en la COP desde 1995: en primer lugar, la responsabilidad delos países ricos en la catástrofe climática y, en segundo lugar, la necesidadde reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En la COP-30 de Belémdo Pará (Brasil), el mundo tendrá que ver una vez más si estas cuestiones seabordan o se ignoran.

Los treinta años defracaso en el abordaje de la cuestión de la responsabilidad y de las emisionesestán interrelacionados. Las emisiones de gases fueron un 1,3%más altasen 2023 que en 2022, con una tasa decrecimiento superior a la registrada durante la década de 2010 a 2019, cuandolas emisiones anuales aumentaron una media del 0,8%. Pero es importantereconocer que solo cincuenta y siete productores de petróleo, gas, carbón ycemento están directamentevinculadosal 80% de las emisiones mundiales de dióxidode carbono fósil. De estas pocas empresas, la mayor emisora fue ExxonMobil(Estados Unidos), vinculada a 3,6 gigatoneladas de dióxido de carbono en sieteaños, lo que representa el 1,4% del total mundial. La lista dice mucho sobre lageografía de las emisiones, ya que a ExxonMobil le siguen cuatro empresas:Shell (Reino Unido), BP (Reino Unido), Chevron (Estados Unidos) y TotalEnergies (Francia). Cada una de estas empresas está asociada al menos al 1% delas emisiones mundiales. Además, el sector más rico de la poblaciónestadounidense (el 10% más rico de la pirámide de ingresos) fueresponsabledel 40% de las emisiones totales de losEstados Unidos.

Los acuerdosmultilaterales son muy frágiles. Tienen objetivos fijados por los Estados yestos objetivos son a menudo voluntarios. No existe ningún mecanismo deaplicación ni de sanción. La COP-16 de Cancún (México) en 2010 y la COP-21 deParís en 2015dieron lugara un acuerdo para que los países ricoscrearan un fondo de financiación climática de 100.000 millones de dólares. Noexiste nada parecido a esa cantidad en ningún fondo. En 2024, en la COP-29 deBakú (Azerbaiyán), la cifra seaumentóa 300.000 millones de dólares. No hay garantía deque se vaya a cumplir. El nuevo objetivo es ambicioso, pero también es modesto,ya que ni siquiera se acerca a lo que necesitarían los países del Sur Global.Según un cálculo – elNuevo Objetivo Colectivo Cuantificado(NCQG, por sussiglas en inglés) –, el fondo debería desembolsar 1,3 billones de dólares; porsu parte, el Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre Financiación Climática(IHLEG, por sus siglas en inglés)estima quela cifra debería ser de 2,7 billones dedólares anuales para 2030.

El camino a Brasil

La COP-30 en Belém doPará se enfrentará a tres retos importantes.

En primer lugar, elfracaso de la COP-29 en Bakú a la hora de avanzar en la agenda deja solo doscaminos abiertos para el proceso de la COP: perder toda relevancia y hundirsedefinitivamente en el olvido, o convertirse en un punto de inflexión con unacuerdo más riguroso y realista que cuente con mecanismos de aplicación yplazos.

En segundo lugar, laCOP-30 se celebra en el primer año del regreso de Donald Trump a la presidenciade los Estados Unidos. Las medidas del Gobierno estadounidense, una vez más,retirándose del Acuerdo de París marcan las condiciones del compromiso de Trumpcon la COP-30. Simplemente no le interesa la cuestión del cambio climático. Lapersecución de los científicos climáticos en los Estados Unidos es ilustrativade esta actitud de negación del cambio climático. Trump querrá que el acuerdosea inocuo para no perjudicar las prácticas emisoras de carbono de sus amigosde las empresas petroleras y gasísticas. Si las Naciones Unidas fracasan en lasnegociaciones de la COP-30, demostrarán una vez más su absoluta incapacidadpara impulsar una agenda humanitaria, siendo el genocidio en Gaza, la guerra enUcrania y el ataque a Irán solo los ataques más contundentes y recientes contrael sistema de las Naciones Unidas.

En tercer lugar, elactual Gobierno de Brasil, encabezado por Luis Inácio Lula da Silva, tiene ungran interés en reposicionarse tras cuatro años de negación climática por partedel Gobierno de Jair Bolsonaro. Pero el Gobierno de Lula se enfrenta a suspropios retos en la lucha contra el cambio climático. La industriaagroindustrial brasileña es la principal responsable del aumento de ladeforestación en la región amazónica, allanando el camino para la producción desoja y la ganadería para la exportación, impulsadas por enormes subvencionesestatales. Este sector, más que la industria de los combustibles fósiles, eselmayorgenerador de emisiones de gases de efectoinvernadero del país. A pesar de los esfuerzos del Gobierno del presidente Lulapor reducir la deforestación en la Amazonía, la agroindustria ha trasladado sudeforestación y la expansión de la producción de materias primas a otrosbiomas, como el Cerrado, lo que genera impactos en los recursos hídricos, asícomo conflictos sociales con la expulsión de campesinos y pueblos indígenas.Brasil ha sido un laboratorio para las prácticas del mercado del carbono, quehan demostrado no solo su ineficacia, sino también que este mecanismo puramentefinanciero no hace más que encubrir otras injusticias. Las gigantescasplantaciones comerciales de monocultivos forestales se han utilizado tanto paraexpulsar a los campesinos y los pueblos indígenas como para limpiar el desastrede los contaminadores globales en los mercados financieros, ofreciendoúnicamente nuevos valores especulativos.

Petrobras es laempresa estatal más importante de Brasil y la mayor empresa brasileña. En los mandatosanteriores de Lula, desempeñó un papel importante en la reactivación de laindustria nacional, y se esperaba que la explotación de los yacimientospetrolíferos de la región conocida como Pre-Sal impulsara el desarrollo delpaís. Este proceso se vio interrumpido por el golpe de Estado que derrocó aDilma Rousseff en 2016 y, posteriormente, por el Gobierno de Jair Bolsonaro.Desde su creación, los recursos del Fondo Social del Pre-Sal han sidoutilizados únicamente para pagar la deuda pública, y solo ahora se han creadonormas para su uso en educación y salud. El Gobierno de Lula espera que laexploración de una nueva región, precisamente en la costa norte del país,financie la transición energética. La propuesta ha sido rechazada por losecologistas e incluso dentro del propio Gobierno.

Por todas estasrazones, la COP-30 podría ser la última conferencia si no se avanza en medidassólidas y urgentes para la transición energética y la lucha contra elcalentamiento global. Su fracaso no solo agravará la crisis climática y lacrisis de gobernanza mundial, sino que sin duda seguirá penalizando a lasprincipales víctimas del cambio climático, los pueblos del Sur Global.

Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-ultima-cop/

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Author: Greg Kuvalis

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